De leyendas prefabricadas
Gerard distinguía desde muy pequeño cualquier cosa por su olor. Le encantaba sentarse con su abuela al sol, desgranando maíz.
Ella premiaba su ayuda describiéndole el astro, fuente inagotable de aquella sensación tan agradable, pues era ciego.
Un día, Gerard olió las lágrimas de su abuela y le preguntó por qué lloraba. Iba a perder la cosecha debido a un temporal.
Entonces, el niño prometió al sol que haría cualquier cosa si lanzaba sus rayos de nuevo.
¡Y así lo hizo!
Desde entonces, Gerard pudo ver el sol desde saliente a poniente, cada día, convertido en girasol.
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