Sola


Es una chica normal. Podría considerarse una triunfadora si el mal fario dejase de atosigarla. El trabajo ha absorbido su vida social; también es el responsable de que los últimos años hayan pasado a la misma velocidad que las patas de gallo arrugaban su sonrisa.

Mientras medita, el modo "piloto automático" se encarga de guiar el coche de vuelta a casa.
Piensa en lo cómodo que puede resultar llegar a un hogar compartido, donde álguien prepara algo de cenar y pone la mesa mientras ella toma una ducha rápida. Picar algo saboreando una oxigenada copa de vino y breves arrumacos, mientras algo acaba de gratinar en el horno. Degranar en la mesa anécdotas, malos tragos y silencios autoimpuestos por cortesía y protocolo. Saberse escuchada y escuchar a la pareja, que tan obvia resulta en el presente y tanto se necesita cuando no esta.

De nuevo a los mandos del vehículo, estaciona en su plaza de garaje y se dirige al ascensor, mientras suspira resignada y acciona el cierre que, con un agudo pitido, resuena desinhibido por toda la planta ahuyentando el silencio.

Al abrir la puerta de casa una agradable temperatura la recibe a oscuras. Enciende la luz del pasillo y da tres vueltas al cerrojo.
En la cocina nadie espera. Piensa por un momento que no le importaría encontrar algun desorden: la haría sentir menos sola.

Tras una ducha, se sirve una copa de vino y se acomoda en el sofá. Paladea el primer sorbo; con el segundo en la boca, entorna los labios y, en lugar de silbar, aspira aire que se mezcla con el caldo haciendo estallar un crisol de matices.
Piensa en lo sencillo que es acceder a los mayores placeres.
Posa la copa borgoña en la mesita y se acomoda en el ches- longue. Al menos ya no tendrá que enfadarse con nadie por el mando a distancia.

 

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