Torvisco el licenciado


El recién licenciado Torvisco Garrote Partido paseaba su presunción y un traje con dobladillo acantilado y los dedos escapando minúsculos bajo las mangas. Sostenían sus orejas un sombrero al que le faltaba cabeza, habiendo de levantar la barbilla para poder ver.
Su paso desprendía toda la elegancia que aquella extraña figura achatada por los polos permitía, pero la vanidad que  alumbraba su interior le hacía inmune a su propio reflejo en los escaparates, donde aprovechaba, de vez en cuando, para ajustarse la corbata.
En esto que atisbó a una joven embutida en un vestido de sisas con la falda más corta que el dobladillo de su pantalón, columpiando sus medidas esbeltas sobre zapatos de aguja, no tacón.
El olor de alguna pastelería y el sonido de fondo callejero, hicieron al licenciado erguir más su ya complicado porte y, cuando la muchacha llegaba a su altura le guiñó un ojo y le regaló una pícara sonrisa. Ante este gesto, Torvisco decidió responder como un caballero y se disponía a saludar tocándose el ala del sombrero, más el azar, que siempre anda al acecho, quiso que la prenda se inclinase hacia adelante, dejándole momentáneamente ciego, y estampose cuán largo era contra una farola que estaba por allí.
La muchacha se acercó al licenciado tratando de contener la risa que la había atacado, a ella y unos cuantos viandantes más.
La farola salió ilesa del encontronazo, mas el agresor hubo de remangarse para recoger el sombrero del suelo y aceptar la ayuda de la joven para examinar aquellas heridas.
--Soy el licenciado Garrote Partido.  Un placer.
--Encantada. Yo soy la doctora   Arrimadas Piernas.

Y se lo llevó cogido del brazo a tomar un café.

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